jueves, 31 de diciembre de 2015

Día 6: Sahara en Nochevieja

Los despertadores suenan minutos antes del amanecer, como estaba planeado, nos vestimos rápido y salimos de nuestras haimas avisando a los demás. Aún la noche estaba cerrada y algunos pedían algo de luz para poder colocar las cosas y disponerse a salir. El plan previsto era caminar ascendiendo la duna orientada al este y alcanzar un punto panorámico para contemplar un nuevo amanecer sobre el Erg.


Todos los inquilinos del campamento fuimos caminando penosamente por las cuestas de arena blanda, un par de cuestas, dos o tres crestas, algún llano de arena más dura y finalmente apareció ante nosotros el horizonte del levante que arrojaba ya un fulgor anaranjado. De entre la oscuridad comenzaron a brillar las crestas de un mar de dunas como la superficie de un mar tormentoso convertido en arena por algún hechizo caprichoso, éstas proyectaban largas sombras entre las dunas que pasaban de un color pálido grisáceo a un rojo intenso. Es como estar en la cima del mundo más remoto, lejano y silencioso. Un perro correteaba entre las cimas de las dunas más grandes donde los observadores del amanecer permanecían atentos al astro rey, cuando llegó a nuestra altura, se sentó a nuestro lado, jadeando, meneó el rabo divertido y continuó correteando.

En breves minutos apareció de entre las dunas el fulgor amarillo casi blanco de la esfera solar iluminando por completo el paisaje con más intensidad a la vez que iba apareciendo poco a poco por completo. Los rayos directos calentaban la cara y el intenso frío de la noche huyó ante la llegada de un nuevo día. Contentos y radiantes, regresamos sobre nuestros pasos hacia el campamento dispuestos a tomar el desayuno.

Un buffet de tortitas con mermelada, bollitos, yogurt, té y zumos dió paso a acudir de nuevo a los dromedarios para el paseo de vuelta al Albergue du Sud, en la orilla noroeste del Erg. Los cuidadores habían dispuesto a los animales en círculos concéntricos en el interior de un pequeño valle entre dos dunas y habían pasado la noche allí, a la intemperie. Nos asignaron de nuevo nuestras monturas, y ya, con más seguridad en nosotros mismos, nos acomodamos en las sillas de montar. Es, de nuevo, un paseo agradable, y volvemos a disfrutar de la magia del desierto al pausado y lento ritmo del caminar acompasado del dromedario.

Llegamos a la “Camel Station” donde numerosas filas de dromedarios y cuidadores llegaban haciendo sentar a los animales para que los viajeros pudieran abordar los todoterreno que estaban esperando. Algunos componentes del grupo que habían decidido regresar en el jeep nos esperaban tomando el sol en plan “momento zen”. Colocamos nuestros enseres en los coches y nos fuimos directos a Rissani, una población cercana a Erfoud, de unos treinta mil habitantes y que fue en su día una ciudad importante al estar ubicada en un cruce de caminos de grandes rutas comerciales de antaño que unían el norte con el sur. Hoy en día conserva su popular y enorme mercado dos veces por semana donde se puede encontrar de todo, además de ser importante centro comercial de burros, ganado bovino y derivados como el cuero y artesanía de todo tipo. 

Nos sumergimos a lo largo y ancho del mercado después de haber abordado una tienda de textiles y salir de allí todos equipados con turbantes y chilabas que usaríamos en la fiesta de nochevieja. Un mar de calles hechas de tenderetes de todo tipo, alimentación, carnes, pescados, pieles, especias, frutos secos, dulces, calzado, juguetes, utensilios, herramientas y artesanía, por decir algunas, ocupaban nuestra atención y el objetivo de nuestra cámaras que no paraban de capturar escenas pintorescas propias de antaño. Junto al mercado, una gran explanada servía de parking de burros, y casi todas las casas aledañas cobijaban pequeños comercios donde los dueños, a sus puertas, nos invitaban continuamente a que pasáramos a “solo ver” el interior. La artesanía era nuestra debilidad y acabamos comprando cositas, no sin antes el ritual del regateo, que en lugar de ser de confrontación y brusco, como es la costumbre turca, por ejemplo, los marroquies tratan de ganarse tu confianza de manera amigable. El truco consiste en decidir tu mismo a tus adentros la cantidad que estás dispuesto a pagar por lo que tienes entremanos, preguntar el precio y ofrecer una cantidad inferior a la que tu mismo te has marcado. Si tras un rato de conversación, el vendedor continua pidiendo una cantidad superior a la que tu te has marcado como tope, solo basta con despedirse amablemente. Si el vendedor tiene su mínimo por debajo de tu tope, acabará abordandote en la calle aceptando el trato, y siempre lo hará con una sonrisa amable, porque nunca venderá para perder, y tu, al equilibrar tu tope con tu interés por articulo, sabrás que has comprado a un precio justo. Un error es querer regatear para comprar muy barato, o más barato que el compañero del grupo. Si los precios que habeis pagado por el mismo articulo son diferentes, es porque vuestro interés en el articulo era diferentes, no que vuestra habilidad fuera mayor o menor.

La zona del mercado dedicada a la compraventa de ganado bovino estaba profundamente sumida en un intenso olor a cordero, algunos lo sentían como desagradable, pero a otros nos recordaba al aroma de la carne asada de cordero lechal. Mientras unos sentían ternura por los corderillos que había por allí, a otros nos entraba hambre, “Pero qué desalmados!” decían entre risas las chicas del grupo. El lugar era una explanada donde se mezclaban vendedores y  compradores acordando precios en animadas negociaciones y la mercancía que no paraba de balar formando una muchedumbre caótica. No puedes comprar un lechal si no compras la madre, curiosamente. Continuamos y en un estrecho callejón lleno de mercancía una tiendecita abarrotada de artesanía de plata, bronce, y otros metales disponía unas pequeñas sillas y una mesita con té, allí descansamos mientras algunos compraban anillos y colgantes.

Regresamos al Albergue en los todoterreno. Estábamos cansados ya que con la charla nocturna de anoche alrededor del fuego, el frío de la tienda y el madrugón para ver el amanecer entre tiritonas nos mantenía algo cansados y aturdidos, así que tras la comida, servida junto a la piscina, nos tomamos la tarde libre hasta las siete de la tarde donde daría comienzo la cena buffet de nochevieja. Probamos si era posible el baño en la piscina, ya que por la noche hace mucho frío, pero cuando el sol esta en lo alto la temperatura es más que agradable. Chapuzón y tan pronto como se entra, a salir despavoridos de las aguas gélidas, una lástima!. Algunos descansaron en sus habitaciones, otros fueron a la zona wifi acompañados de te y cacahuetes, y otros decidieron contratar la excursión en quad por las dunas. Volvieron encantados del subidón de adrenalina, nos contaron que habían realizado un recorrido circular por las dunas, crestas, rampas y faldas arenosas y que uno de ellos realizó una maniobra a dos ruedas de la que venía emocionado. ¡Extensión!, decía entre risas.

El Albergue estaba en todo su apogeo previo a la fiesta, se encontraba totalmente engalanado y decorado, con un estilo beréber y una elegancia de cortinas, cojines, juego del luces, alfombras y mobiliario digno de un hotel de lujo pero sin perder la autenticidad de ser una construcción de adobe en pleno desierto en mitad de la nada. Habían colocado ante las grandiosas puertas del albergue un conjunto de alfrombras rodeando un fuego central, y rodeándolo, una serie de haimas abiertas por la cara que daba al centro, con mesas y sillas para tomar algo después de la comida y una zona para los músicos. En el interior del albergue había dos comedores elegantemente decorados para la ocasión que se iban llenando poco a poco de todos los inquilinos que allí estaban alojados y de muchos otros que venían para la ocasión. El Albergue estaba completo y el ambiente de la fiesta estaba asegurado. Nosotros teníamos preparado el reservado y ultimamos detalles colocando en cada plato una bolsita regalo que incluía un benjamín de cava de tamaño medio, su correspondiente copa, bombones y una lata de 12 uvas peladas en almíbar.

Fuimos apareciendo los componentes del grupo luciendo galas acordes al lugar, fue muy divertido utilizar chilabas, turbantes, pañuelos y demás, parecíamos auténticos beréberes. Al grupo le hizo tanta ilusión la sorpresa del cava y las uvas que no pudimos esperar a terminar la cena para brindar. Se abrió una botella de vino que nos la bebimos entre todos, ¡santo vino que bueno estaba!, ¡gracias Toni!. La cena de buffet combinaba numerosos platos de la gastronomía popular de la cocina sureña marroquí, que se ve influenciada por la cocina colonial afrancesada y la tradicional tuareg, maliense y árabe. Tras la cena se abrieron botellas de licor que los componentes del grupo habían traído para compartir, especialmente los gallegos, que se habían propuesto que cogieramos todos una buena cogorza, además de turrones y bombones.

Alegres y contentos, salimos a la hoguera exterior donde un grupo de música proveniente del valle del Dráha con influencias del rhythm and blues y ritmos bereberes. Allí nos mezclamos con los espectadores del grupo musical entre tragos de aguardiente y bailoteos al ritmo de la música, haciendo tiempo para la llegada de la medianoche. Acordamos hacer la ceremonia de las uvas al mismo tiempo que nuestros compatriotas en España, así que acordamos que a las once menos cuarto estaríamos de nuevo en nuestra mesa para cantar las campanadas. Así lo hicimos, con todo preparado, las uvas listas, la copita preparada e hicimos el tradicional repaso de cómo suenan los cuartos y el descenso del carrillón golpeando una cuchara contra una botella de cava. Javi dirigiendo la ceremonia comenzó con los cuartos a falta de un minuto para las once, las doce en España, y comenzó a tocar las campanadas mientras los demás comíamos las uvas al ritmo de las cucharadas entre risas, bromas y mofas. Al finalizar las doce, nos celebramos el año nuevo entre brindis, tragos, gritos y abrazos. ¡Feliz 2016!

Por supuesto que también celebraríamos el paso al año nuevo con la hora local, así que en el rato que nos quedaba mientras tanto, Toni preparó los golpeaditos, se trata de chupitos de ginebra con tónica, (tónica que habíamos “recogido” de la sala VIP del aeropuerto de Barajas, ya que algunos fuimos asignados a la clase business debido a la fuerte demanda y escasez de plazas). Hicimos tiempo ya que muchos fueron a la zona wifi para contactar con familiares y amigos en España, otros habíamos hecho los deberes minutos antes para evitar la saturación del ancho de banda. Los chupitos había que golpearlos contra la mesa tapándolos con la palma de la mano y beberlos de un trago. Fuimos de nuevo a la zona de la hoguera frente a la banda, casi todo el mundo estaba por allí divirtiéndose, guías, conductores, empleados del albergue y amigos de ellos se esforzaban en todo detalle colaborando todos ellos de manera mutua, animando a la gente, moviendo la fiesta y participando de ella. Sentados alrededor de una mesa comenzamos a dar buena cuenta de los orujos que habían traído los gallegos, y whisky, además del gin-tonic.

A las doce la música se detuvo y la luz se apagó, había salido la luna justo en el centro del campamento festivo y ante nuestra sorpresa, de la duna inmediatamente enfrentada, comenzaron a dispararse fuegos artificiales que iluminaron toda la noche de colores, gritos, jolgorios y abrazos entre todos los asistentes siguieron la traca final entre nosotros y con el resto de los asistentes, brindis, sonrisas, felicitaciones y ganas de pasarlo bien que no faltaban.

Se avivó la hoguera y se encendió una gigantesca en aquella duna que alejó los fríos de la noche si aun quedaban algunos, la banda reanudó su espectáculo y la fiesta estaba servida. Era como vivir el final de un cómic de Asterix y Obelix, pero en plan magrebí. Poco a poco fue pasando la noche y la gente fue, lentamente, desapareciendo en la fatiga de la fiesta que alguno llegamos a ver. Con cara de satisfacción y con la intensidad emotiva del evento, que siempre genera grandes sentimientos encontrados, fuimos todos conscientes que habíamos vivido un fin de año único y diferente, una experiencia única que jamás vuelve a repetirse. 

Somos unos verdaderos privilegiados poder vivir algo así y colaborar en difundir la verdadera alma de los pueblos bereberes, magrebíes o imazighen, como los queramos llamar, pueblos de personas honestas, humildes, supervivientes y hospitalarias, que no merecen la desconfianza de quienes ignoran su historia, su tierra y su cultura. Sentimos una gran satisfacción cuando los componentes del grupo nos dicen, “Sabes?, me llevo una impresión de Marruecos muy diferente de la que traía, este país supera mis expectativas y no me quiero marchar de aquí todavía”.Volveremos a disfrutar de más nocheviejas en Marruecos, Insha'Allah (ojalá).



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