lunes, 28 de diciembre de 2015

Dia 3: Ouzina, a lo largo de la frontera.


Las nueve de la mañana y desayunados comenzamos a caminar mientras los conductores acomodaban el equipaje. Subimos a los coches metros más adelante y fuimos observando cómo el paisaje iba cambiando. Mientras nos acercábamos a Trafaout fuimos haciendo paradas en diversos parajes. 


El amplio terreno que se abría ante nuestros ojos era inabarcable, en el horizonte se sucedían cortados de arenisca que marcaban el final de la depresión, el camino se confundía entre un terreno completamente liso y arenoso, lo que permitía a los coches circular en paralelo a gran velocidad dejando tras de nosotros una densa y larga columna de polvo. El cielo estaba completamente despejado y azul y el ambiente del grupo era muy animado así que la jornada prometía. 




La llamada autopista del desierto, por su basta extensión en anchura y libre de obstáculos permitía a los conductores circular en paralelo para evitar la columna de polvo. Pudimos hacernos fotos de un coche a otro, parar en mitad de la nada y disfrutar del silencio hasta que se rompía con nuestras carcajadas.




La siguiente parada la hicimos junto a un pozo que estaba siendo acechado por dos burros que se dieron a la fuga en cuanto nos acercamos. Uno de los conductores, Hassan, descolgó el cubo del pozo y lo zarandeó en el fondo donde chapoteaba, para después tirar de la cuerda y hacer ascender el cubo lleno de agua, que la derramó en una palangana que se encontraba junto al pozo. Los burros son de la familia que vive en aquella casa, dijo señalando a lo lejos, se acercan hasta aquí porque tienen sed, concluyó. Aprovechamos para hacernos unas fotos y regresar de nuevo a los coches.


Se acercaba ya la hora de comer y pronto apareció ante nuestros ojos una colina y en su ladera, en un promontorio, una kasbah de adobe rectangular, en mitad de la nada. Una rampa daba acceso al lugar desde el que se divisaba un espectacular paisaje de colinas de diferentes ocres, dunas doradas y planicies áridas. Tras un aperitivo al sol a base de cacahuetes y te, dimos buena cuenta de un suculento almuerzo donde el pollo asado a la braza fue protagonista, acompañado de unas patatas fritas de verdad y una buena conversación animada y divertida que mantenía el grupo entre sí, bastante unido y confortable. 

Reanudamos el viaje encaminados hacia una unión entre dos colinas, cambiamos de valle y el terreno se vuelve más irregular y arenoso por donde seguimos dándole zapatilla a los coches haciendo desaparecer la calma con la que los parajes que atravesábamos nos recibían. 

Un fuerte desnivel arenoso daba acceso al collado y tuvieron que ser varias las intentonas para poder superarlo. Algo que fue festejado por todo el grupo mientras fotografiábamos el momento. Vuelta de nuevo al camino donde nos encontramos de nuevo con una situación similar y aprovechamos para parar de nuevo y hacer unas fotos. Las arena es tan fina que cuesta caminar, pero no evita que empecemos a ver un progresivo cambio en los colores de las dunas y las colinas a medida que el sol va descendiendo. 

Queríamos llegar a tiempo para ver la puesta de sol desde una gran duna cerca de Kasbah Ouzud, así que de nuevo raudos y veloces entre pistas serpenteantes, esquivando montículos y arbustos, regueros y vaguadas que hacían que el coche se fuese continuamente zarandeado de lado a lado y de bote en bote. 

Así transcurrió la tarde hasta llegar a una gran duna que nuestro chofer Hassan, con gran habilidad, remontó faldeando el desnivel y avanzando con deriva trasera. El sol comenzaba a ocultarse tras una hilera de montañas y la duna de fina arena sobre la que caminábamos descalzos cambiaba de color a un naranja intenso. Algunos alcanzamos la cima de la duna con gran esfuerzo y fotografiábamos todo el espectaculos que sucedía a nuestro alrededor. Algunos se sentaron en la arena de belleza del atardecer. No lo tuvieron tan fácil Ismail y Mustapha, este último dejo el coche literalmente encallado en la parte inferior de la duna y tuvieron que tirar de pala para poder sacarlo de allí. 

Ya cayendo definitivamente la noche aún nos quedaban dos kilómetros para ir al albergue y la sensación de saltar por dunas salvando desniveles y superando rampas de todo tipo hizo es verdaderamente sorprendente. Por fin divisamos la típica estructura rectangular de la kashba donde íbamos a pasar la noche. 

El lugar es sencillo pero acogedor, se trata de un edificio de dos alturas que alberga varias zonas alrededor de dos patios interiores comunicados por un hall central, en uno de los patios se disponían las habitaciones y en el otro otras áreas como el comedor, todo decorado al sobrio estilo tradicional beréber, pero muy confortable y auténtico. Tomamos un té alrededor de una mesita circular seguido de unas cervezas antes de cenar. El tallin de pollo y ternera no se hizo esperar tras una sopa finalizando el menú con cous-cous de verdura. Las mandarinas, naranjas y manzanas dieron paso a abrir una de las botellas que entre todos nos habíamos traído en las maletas. Le tocaba el turno a un vodka de fresa, una delicia adquirida hace ya un año durante nuestro viaje a Polonia. El licor duró un asalto y celebramos un brindis por lo bien que lo pasamos en Polonia y lo mucho que estamos disfrutando este viaje. 

Los chicos que atendían la kasbah comenzaron a tocar los instrumentos que había por allí, primero tímidamente y a medida que la gente se fue involucrando, montamos allí un jolgorio muy divertido. Darbukas, timbales, tambores, bombos y platillos que fueron repartidos entre los allí presentes para dar vida a una cacofonía incoherente pero muy divertida. Poco a poco fuimos practicando hasta poder tocar entre todos y con la ayuda de los lugareños alto que otro compás con cierto sentido. Hay que practicar un poco más, pero nos reímos tanto que mereció la pena. 

Anteriormente habíamos acordado vernos s las 6:30h para ver el amanecer, así que aúnque aún era temprano, muchos decidieron irse a la cama a descansar. Ha sido un día lleno de emociones y vivencias inolvidables. 

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