martes, 29 de diciembre de 2015

Día 4: Merzouga, llegada a Erg Chebbi

El despertador suena a las ocho y acabamos saliendo de la habitación media hora más tarde para descubrir que mingun componente del grupo habia salido aun. El silencio en todo el albergue estaba presente y los primeros rayos de sol comenzaban ya a calentar. Habiamos quedado a las 9:00 para salir y restaban tan solo diez minutos, y no se oía ni un alma. Ana y yo cruzamos el patio, la sala de recepción y un segundo patio para llegar al comedor. La puerta estaba cerrada, y Ana la empujó levemente esperando que en el comedor todos los componentes del grupo hubieran terminado ya de desayunar y estuvieran listos para la salida sin retrasos.

Para sorpresa nuestra, al abrir la puerta tras ella no había más que oscuridad y un silencio absoluto, “bonjour” dijo un empleado que estaba ultimando los preparativos para el desayuno. “Madre mía!”, dijo Ana, “Se han quedado todos dormidos!”, y salió corriendo atravesando el patio para llegar hasta las habitaciones aporreando las puertas, “¡chicos! ¡arriba! que son las 9:00 y salimos ya!”.

La tercera puerta aporreada era la habitación que compartían Toni y Mario, éste último salió entre risas y carcajadas, “¡Ana!, deja de aporrear las puertas, que son las 8:00h!”, y corrió hacia ella para tranquilizar su evidente estado de ansiedad ante el imprevisto. “No, mira mi movil, son las 9!”, insistia Ana a un Mario que seguía riendo ante una Ana sorprendida de que pareciera una situación graciosa. “Mira Ana, mi movil también se ha cambiado de hora, estamos tan cerca de Argelia que el movil marca una hora más, son las 8:00h”. Ana y yo nos quedamos con cara de sorpresa. Efectivamente, el movil creía estar en Argelia y, al tener el cambio de hora automatico, no hizo creer que era una hora más tarde. 

Durante el desayuno fue la mofa generalizada, la broma y la chanza estaban servidas, algunos componentes del grupo no habían comprobado la hora ante la alarma de Ana y recogieron su equipaje en tiempo récord, fue una forma divertida de comenzar un dia donde aún quedaban muchos kilometros por recorrer y muchas experiencias por vivir.

Equipados los tres coches y listos para la salida, nos despedimos de nuestra Kasbah Ouzina y nos encaminamos hacia nuestro destino, Merzouga, enclave mitico del desierto marroquí debído a las hermosas y espectaculares dunas de Erg Chebbi. Nuestra primera parada sería la propia población de Ouzina, una pequeña aldea tradicional, como tantas que hemos atravesado estos días, formada por casas cuadradas de adobe con techo recto y de una sencillez y simpleza absoluta. Sin nada de vegetación y escasez de agua viven varias familias a base de un poco de agricultura, algunas cabezas de ganado y algo de turismo en forma de venta de artesanía y poco más, sin embargo cabe destacar que este tipo de lugares alberga, en todo el mundo, a gentes alegres y trabajadoras, con su cultura y tradiciones que conlleva su identidad propia. 

En esta aldea hay una pequeña madraza o escuela infantil, no es más que una sencilla construcción de cuatro paredes y un techo que en su interior se encuentra un vieja pizarra colgada frente a desvencijados pupitres dispuestos en grupos de cuatro. Dándonos la bienvenida, ilusionados por nuestra visita y que ella supusiera romper la monotonía matutina diaria, habia un total de unos veinte niños y niñas, de edades comprendidas entre los 4 y los 12 años. Unos nos miraban con ilusión entre risas, otros, los más mayorcitos, con vergüenza de ser observados por un grupo de turistas que comenzaba a jugar con ellos. Entre risas y fiestas nos hicimos fotos con los niños, hablamos con ellos con un poco de francés, nos saludabamos, les hacíamos cosquillas y juegos, y en medio de aquel jolgorio pasamos un rato divertido. 

Nos despedimos de los niños y de su profesor, un chico joven que venía a diario desde otro pueblo lejano a sustituir a la profesora titular, que había sido madre. Le dejamos al profesor diverso material escolar que habíamos traído de casa y le agradecimos habernos dado la oportunidad de conocer una parte del dia a dia de este pueblo. 

Reanudamos la marcha comentando que algunas niñas llevaban velo, otras no, que los niños y las niñas estaban mezclados y cómo siendo tan pequeñajos ya se defendían un poquito en francés. La ruta a través del desierto uno la imagina entre dunas arenosas en un paisaje repetitivo, pero no es asi, los parajes que se van sucediendo tienen diferentes relieves, tan pronto circulamos por una extensa llanura como de repente el terreno se hace irregular con tramos de piedra, arena, suaves laderas y rampas, arbustos, arboles desperdigados que obligan a un trazado irregular del vehículo sorteando obstáculos, para de repente, quedar nuevamente libre de ellos y circular sin camino alguno, los tres coches en paralelo a cincuenta metros uno de otro, encaminandonos hacia la nada. El terreno se ondula y a toda velocidad ascendemos una rampa de arena que obliga a que nos agarremos fuerte para no golpear la cabeza contra el techo, un descenso, un derrape, nos incorporamos a un camino arenoso que se convierte en una explanada de piedra suelta y así sucesivamente durante kilómetros y kilómetros sin cruzarnos con ni un solo alma. No hay nadie a nuestro alrededor, solo nosotros y la frontera argelina allá hacia el este.

Mustapha nos cuenta que el se crió en el siguiente pueblo, Bagaa, y que el pueblo donde se crió su padre, muy cercano, esta hoy en manos de los argelinos, que invaden la confusa frontera para hacerla avanzar hacia el oeste ante el desconocimiento del gobierno marroquí, o más bien la indiferencia. De cómo los lugareños caen bajo sospecha del propio ejército marroquí que los toma por contrabandistas ante su desconocimiento de que en esa zona tan inhóspita y deshabitada, vive gente. De cómo un amigo suyo tuvo que dar explicaciones a un soldado marroquí para demostrarle que la tumba de su abuelo se encofraba a pocos metros del lugar donde fue detenido y ante la pregunta de qué hacia merodeando por las inmediaciones de la frontera el respondía que su familia vivía aqui mucho antes de que la frontera llegara hasta aquí. Los GPS fallan, de ahí el cambio de hora accidental en el movil, los mapas tambien fallan, y el acuerdo fronterizo es, o inexistente, o impreciso obsoleto, pero los intereses de los argelinos de conseguir algún dia salida al mar, ya sea utilizando al pueblo saharaui o moviendo la frontera hacia el oeste, parecen ser más fuertes que los del gobierno alahuita de defender las tierras beréberes que no aportan nada. Nos cuenta que los beréberes han pedido al rey la construcción de un muro que delimite la frontera o una profunda zanja. Nosotros le contamos la historia de la demarcación de la frontera entre España y Francia y de como, llegado un momento donde habia tecnologia capaz de recorrer esos confines hasta entonces inaccesibles, un cartógrafo de cada nacionalidad acompañados de unidades militares de cada bando hicieron una gran marcha a pie por todo el pirineo colocando hitos fronterizos.

Y entre estas y otras disertaciones, en mitad de la nada de un polvoriento e infinito escenario decidimos parar para hacer un descanso. Poner el pie en ese suelo es como pisar la luna, parece como si nadie nunca hubiera estado aquí, salvo por las rodadas de paso de los vehículos marcadas entre las pequeñas piedras y tierra del árido suelo. Uno no se cansa de hacer fotos aunque el resultado sea algo similar, una combinaciones de colores ocres, amarillos y el azul intenso de un cielo soleado.

Retomamos la marcha y alcanzamos Bagaa, una aldea de similares caracteristicas que la anterior, en esta ocasión nos recibe un paisano que había tendido una alfombra y sobre ella varios cojines alrededor de una mesa de te a la sombra de una de las paredes de su humilde casa. El te y los cacahuetes saben deliciosos. Alli charlamos un rato con aquel paisano que conocía a nuestros conductores Hassan, Ismail y Musthapa. Ana les preguntó si tenían pareja o no y la conversación derivó en continuas bromas entre los chicos, las chicas, si uno queria una relación romatica y el otro otro, las chicas jaleaban o se burlaban de uno y o de otro. Es dificil explicar desde estar lineas, sencillamente era estar alli, charlando animadamente de cosas banales y otras veces no tanto, tomando un sencillo te, no se puede pedir más.

Cuando nos disponíamos a despedirnos se acercó hasta nosotros una chica de unos veinticinco años, “Hola! sois españoles?”, se trata de Dolors, una alicantina que decidió venirse hasta este confín, sola, para colaborar con la ayuda humanitaria de pequeña escala. En seguida el grupo se interesó por la vida de aquella joven y su valentía de dedicar su vida a una cuestión tan honesta y honorable. Nos contó que vivía en la casa de una de las chicas del pueblo de su edad y que la acompañaba en ese momento, que enseñaba español e ingles a niños, a quien quisiera aprenderlo y que participaba en pequeños proyectos como gestión de residuos, limpieza de acequias y demás. Había llegado hasta este pueblo al participar en uno de los proyectos que desarrolla Africa Origen y su experiencia fue tan grata que decidió volver. Afirma que debemos visitar estas aldeas porque hay que valorar y aprender de su forma de vida tan diferente a la nuestra. Dice sentirse segura aqui, a pesar de ser joven y mujer, desde que llego a Marruecos no ha tenido ningún problema y que todo lo contrario a lo que se pudiera pensar, ha recibido mucho más de lo que ella ha podido aportar, nos relataba Dolors. Desde aqui todo nuestro respeto y admiración a quien defiende sus ideales con hechos, y especialmente, cuando esos ideales son ayudar a los demás y aprender de quien ayudas. Un abrazo muy fuerte, sabemos que estas en buenas manos ya que tenemos la total certeza que las gentes de Bagaa y de toda la región, son buenas gentes que conservan el instinto de protección y hospitalidad.

Continuamos la marcha a través de un terreno que en su variedad no cambia salvo por el horizonte. Al norte vemos como se recorta unas crestas en forma de ola de tamaño descomunal que reflejan la luz del sol en tonos dorados casi plateados que contrastan fuertemente con el ocre de las colinas y el suelo erosionado. Ascendemos una ladera y al bajar se extiende ante nosotros una lengua de arena fina que forma dunas de unos veinte metros de altura. Sin dudarlo, Mustapha que encabeza la comitiva se dirige a la parte con menos pendiente de la duna y arremete con el 4x4 hacia ella curveando y faldeando, los otros dos coches le siguen y escalamos la duna sin mucha dificultad hasta la cumbre. Estamos en una posición elevada del terreno y permite observar mucho más lejos. Las dunas recortadas en el horizonte se ven ahora más claras en lontananza, es como si la luna se hubiera convertido en polvo y se hubiera estrellado contra la tierra en aquel punto, un trozo de desierto sahariano reposaba allí, lejos, al norte. Se trata de la gran duna de Erg Chebbi. Aprovechamos la parada para hacernos fotos de grupo y disfrutar de tan hermoso paisaje una vez más.

De nuevo a los coches, esta vez el camino estaba marcado, incluso a tramos asfaltado, ya que hubo en la zona, en su dia, unas minas de col, hoy agotadas. Un poco más adelante, el camino se adentra en un pueblo grande de casas de adobe derruidas, el pueblo estaba totalmente abandonado y solo conservaba el techo la mezquita, con la inquietud y la desolación del abandono, como el berlín de el pianista, a todos se nos pasó por la cabeza que algo similar era provocado por guerras que se dan en escenarios de similares caracteristicas. Por suerte no se trata de un conflicto bélico lo que aqui se da, aunque la presencia de un campamento militar en las proximidades sea visible, lo que aqui ocurrió fue que al agotarse la mina, los trabajadores que construyeron este pueblo, se marcharon abandonando el pueblo.

La gran duna de Erg Chebbi era ya visible y destacaba en el paisaje, nos dirigiamos hacia ella directos al pueblo mejor comunicado y más extenso de los que hasta ahora habíamos visto, puesto que hasta aquí llega la carretera que llega hasta Ouazarzate pasando por Erfoud y que sería nuestra ruta de regreso a la civilización. Pero antes de eso, aun quedaba lo más impresionante por vivir.  

Comimos en el Restaurant Merzouga, una cocina de influencia francesa que disfrutó todo el grupo, no solo de la cocina, sino del wifi, que permitió que todos pudieran actualizar sus perfiles de facebook, twitter, instagram, pinterest, etc. etc. y hasta hacer alguna videollamada, con más o menos éxito. 

Unas chicas alemanas, mochileras, nos pidieron ayuda, habían llegado hasta allí sin nada previsto ni organizado y nos pedían transporte y alojamiento. En estas fechas todo Merzouga esta completo, pero Hassan había estado hablando con un colega suyo momentos antes y le había comentado que había sufrido varias cancelaciones de ultima hora, así que le llamó por teléfono y se presentó allí antes que nuestro grupo hubiera terminado de subirse a los coches. Alli dejamos al conductor de aquel rapido 4x4 charlando con las chicas, una prueba evidente de la cooperación y respeto que existe en esta zona por el sector turístico, la hospitalidad y la atención al visitante. “Es nuestro medio de vida y tenemos que cuidar que nadie viva una experiencia negativa en nuestra casa”, me dijo Hassan más tarde cuando le dije lo rápido que habia reaccionado.

Dejamos atrás el restaurante, que se encontraba fuera del casco urbano de Merzouga, y atravesamos un pueblo periférico de Merzouga, una especie de urbanización sencilla y sobria de arena, paja y agua. Es el pueblo blanco, y aquí, nuestro guía Mustapha está construyendo un Riad de 7 habitaciones que en un futuro estamos convencidos que vendremos a visitar, un poco más y llegamos a una extensión llana cubierta de piedras negras para observar una vista impresionante de Erg Chebbi, hacia el sur las casas y pueblos de Merzouga, todo el este estaba cubierto por la gran capa de arena, una montaña en movimiento, algo descomunal, precioso de ver, aquella belleza que no se puede captar mediante la fotografía.

Recorrimos de nuevo este gran espacio abierto hacia el norte, dejando las arenas a nuestra derecha para finalmente entrar en una legua de arena. Nuestro conductor, Hassan, muy travieso él, comenzó a hacer derrapes y saltos hasta llegar al Albergue du Sud, una kasbah preciosa encarada a los pies de Erg Chebbi decorada al estilo árabe preciosa, una construcción de adobe con patios en el interior y habitaciones enormes con alcobas, doseles y azoteas. Cojines, alfombras, mesitas de te y confrotable, limpio y muy animado. Numerosos viajeros estaban llegando hasta este albergue, uno de los mejores de la zona. Repartimos habitaciones y quedamos para ir a ver el atardecer sobre las dunas que las podíamos tocar con las manos.

El sol comenzaba a ponerse y las dunas se iban tornando en colores rojizos, salimos del recinto atravesando un pequeño campamento de taimas y comenzamos a caminar por la arena, algunos prefirieron sentarse en unas sillas en lo alto de una pequeña duna, otros preferimos avanzar hasta una duna mas alta que había a unos doscientos metros. Desde allí veíamos como a un kilometro habia una gran duna que se elevaba por encima de todas las demás, y en uno de los collados aparecío desde la otra vertiente una columna de dromedarios que avanzaban con un grupo de personas por la cuerda hasta aquella cima. Hicimos fotos en todas direcciones durante un rato, hasta nuestra posición llegaron dos paisanos vendedores de artesania, muy simpáticos y agradables también venian a divertirse entrando al juego de nuestras chanzas y bromas. De pronto vimos el coche de Hassan y el de Mustapha entrando entre las dunas a gran velocidad, sorteando y curveando entre dunas y lomas tratando de alcanzar la cumbre alla a lo lejos. En un principio creímos que estaban jugando, pero lo que realmente estaban haciendo era buscar una ruta que les permitiera alcanzar la parte central de Erg Chebbi donde se encuentra el campamento en el que dormiremos la siguiente noche y al que solo se puede llegar en dromedario. Dos miembros del grupo se mostraban preocupados por ir a lomos de uno de estos animales y ellos querían encontrar una alternativa a sabiendas que las condiciones del terreno superan los limites de estos 4x4.

Regresamos al albergue y nos dispusimos a hacer tiempo charlando con unas cervezas que previamente habíamos comprado en Marrakech a un precio razonable, cosa que aquí es inviable. La cena de buffet estaba deliciosa y fue más que abundante y como no, la fiesta estaba servida, entre los empleados del albergue, los choferes y guías montaron una banda de percusión y cánticos beréberes que animó a todo el publico allí presente y comenzamos a bailar y pasar un rato agradable.

Asi hasta que nos dieron las tantas y cada uno fue yéndose a la cama a dormir, mañana será un nuevo gran día en el desierto. Ya os contaremos.

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