domingo, 27 de diciembre de 2015

Día 2: Zagora, de camino al desierto.

Las siete de la mañana, suena el despertador. Recogida de maleta, desayuno y trámites en el hotel para salir y cargar los tres 4x4, en dos irían 4 personas en cada uno y las maletas, en el otro los cinco restantes. 


El sol ya había despuntado hace rato y salimos de la ciudad con musiquita marroquí tranquila y agradable conversación rumbo a levante.  Frente a nuestros ojos se elevan majestuosos las estriba iones del Alto Atlas en fuerte contraluz y destellos de las cumbres nevadas. La ciudad se despide de nosotros a lo largo de una avenida arbolada y ajardinada entre un pausado tráfico, atrás queda el bullicio de la plaza mientras nos dirigimos directos al desierto más allá de las montañas. 

Poco a poco nos fuimos aproximando a la zona montañosa y la carretera comienza a serpentear. El paisaje se convierte en una complejidad de lomas y colinas ocres y empedradas, salpicadas de pequeñas poblaciones. 

Hicimos un alto en el camino en un "bar" de carretera, se trata de una cafetería con un mirador donde la visita a los aseos es obligada por naturaleza. Ya tan solo quedaba un poco para llegar a la divisoria de aguas. Reanudamos la marcha y continuamos ascendiendo. No vimos nieve de cerca como pensamos y en el interior de nuestro coche el ambiente era totalmente distendido, tan pronto arreglábamos el mundo, como que nos poníamos a hacer bromas y chistes sobre cualquier absurdez, hablábamos con nuestro conductor, Ismail, o, sencillamente dormíamos. 

Comenzamos el descenso y el paisaje comienza a ser familiar, una sensación de haber estado en este lugar previamente invade a muchos, hasta que, algunos kilómetros después, una gigantesca plaqueta decora la rotonda que da acceso a Ouzarzate, "city of action" reza el letrero, y los estudios cinematográficos se suceden uno tras otro a ambos lados de la carretera. Es uno de los centros de producción cinematográfica más importantes del Magreb y aquí se han rodado películas de todo género y estilo que buscaban una localización árabe. 

En la travesía de ciudad paramos para comprar bebidas y otras chucherías, se trata de una ciudad pujante, limpia y organizada, con sus calles bien asfaltadas, alcantarillado, pavimento, alumbrado y mobiliario urbano dando servicio a unos edificios que, guardando la arquitectura tradicional, estaban en perfecto estado de revista en sus acabados y aspecto externo. Sin duda la industria del cine deja aquí pingües beneficios, y no es para menos, ya que el entorno lo merece. 

Tras un rato después de haber reanudado la marcha, una nueva parada nos vivo disfrutar de unas excelentes vistas del Valle del Draa y su denso palmeral a la altura de Agdz. Abandonamos el asfalto y ahora le toca el turno a las pistas de tierra que vamos alternando con tramos de carretera por entre los palmeras y pequeñas aldeas hechas de adobe. 

Pronto llegamos a una gran kasbah, se trata de una construcción fortificada en cierta medida, de adobe y compuesta de varias casas unidas entre sí pegadas unas a otras alrededor de una plaza cuadrada a la que se accede en coche por un estrecho y profundo arco. Uno de los edificios es el hotel Chez Yacob, con un estilo tradicional este hotel dispone de una azotea desde la que se divisa la enorme belleza del valle del Draa y los montes circundantes. Dimos buena cuenta del cous-cous, tallines y pinchos morunos. 

Continuamos el viaje tras una sesión fotográfica intensiva en la kasbah, en la que si no fuera por los cinco o seis modernos todoterreno estacionados en el lugar se diría que estábamos en pleno medievo. Nuestro camino, con alguna parada intermedia más, conduciría hasta Zagora, ciudad que marca el final de esta jornada. 

El mercado aún estaba abierto y las tiendecitas van planteándose que es hora de cerrar. Por fin consigo sacar dinero de un cajero y activar la tarjeta 3G con la ayuda de un señor cliente que sabía español. 

Ahora solo teníamos que hacer tiempo alrededor de una mesa con sus respectivos tes para que los choferes vinieran a por nosotros. En apenas 10 minutos llegamos a nuestro alojamiento, Kasbah Siroco, un coqueto hotel muy bien decorado equilibrando perfectamente la arquitectura tradicional con un reparto de espacios muy practico y una elegancia muy confortable y acogedora. 

La cena se sirvió de manera que pudiéramos probar de todo, sopa de enyera, pinchos morunos, taliín y cous-cous. Una de las chicas del grupo nos endulzo el postre con un pastel vasco delicioso, ¡gracias! y nuestra Rosemari del alma presentó un Rua Vieja, declarada como bebida oficial de Amigos en Ruta por los entrañables e históricos momentos que se han vivido alrededor de este licor, ¡gracias!  

Una jornada donde el 4x4, el buen ambiente, la ilusión y el humor han sido los protagonistas. Mañana más y mejor. 


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