viernes, 1 de enero de 2016

Día 7: Valle del Dades

La fresca mañana del primer día del año quedaba iluminada por un sol radiante y un cielo azul intenso que contrastaba con el dorado brillo de las arenas del desierto que daban comienzo a las puertas del acogedor albergue. Frote mis ojos con ligera pesadez y observe el movimiento que allí mismo ya había comenzado. Lo que anoche fue el lugar de la celebración hoy estaba dispuesto para servir el desayuno al aire libre. Nada mejor que comenzar el año así, aunque hubiera preferido dormir un poco más. 

Los 4x4 estaban listos así como Hassan, Ismail y Mustapha, el grupo poco a poco fue trayendo y cargando los equipajes y nos despedimos de los empleados del albergue con la complicidad y confianza de quien se despide de un amigo, quizá por no mucho tiempo. Iniciamos ruta a través de un camino orientado hacia el norte, dejando Rissani hacia el oeste por la pista R702 que conduce directo a la población de Erfoud. 



Continuamos por la misma ruta, ya asfaltada, hacia el cruce con la N10, giramos hacia Tinejdad, dejando Goulmina a la derecha. De camino a Tinghir, que se encuentra en pleno valle del Todra, hicimos alguna paradita para descansar y estirar las piernas. Pasábamos por poblaciones algunas de ellas ancladas en el tiempo, otras, sencillos y humildes pueblos contemporáneos que viven del paso de la carretera además de ganadería, agricultura y turismo.


Ante nosotros se extiende el valle del Todra, apenas un hilillo de agua alimenta a todo un oasis que corre de norte a sur. El rio nace en las montañas del Alto Atlas en el norte y desaparece en el desierto del Sahara al sureste. Nada más cruzar el rio por el puente se llega a un cruce, de frente continuaríamos hacia Ouzarzate por la N10, y girando a la derecha, al norte, por la pista R703, en buenas condiciones y parcialmente asfaltada, remontaríamos el valle por la margen derecha hacia las espectaculares y famosas gargantas.


Nada más dejar atrás el casco urbano de Tinghir, una pequeña pero bulliciosa población, cabecera de comarca y con muchos servicios, nos detenemos a las afueras para contemplar el valle presidido por dos antiguas kasbahs hoy parcialmente despobladas, La Cite Tydrine y Douar Ait Boujane, cuyas cúbicas construcciones se confunden en el ocre de la tierra. Hace tiempo que dejó de ser práctico vivir allí y los habitantes han ido engrosando el censo de Tinghir, mucho mejor comunicado.



El rio se encajona poco a poco y circulamos por un pasillo ondulante entre cantiles y pequeñas poblaciones que se van sucediendo en el fondo del valle, donde el verdor y la humedad contrastan fuertemente con la aridez de la región. A medida que el cañón se cierra, recordándonos al Duratón o al Sil, vamos admirando la belleza del paisaje imaginándonos cuan diferente es aquí la vida cotidiana en comparación a la nuestra.



Las descomunales paredes que forman la garganta alcanzan casi los 200 metros de altura en una majestuosidad impresionante. Comprobamos que no cabe la menor duda de que se trata de uno de los enclaves más fascinantes para los apasionados del montañismo, senderismo y escalada.  En el punto más espectacular, bajamos de los coches y seguimos a pie, fotografiando las gargantas y charlando con los comerciantes que pacientemente aguardan la llegada de visitantes para poder ganarse la vida vendiendo artesanía y textiles.


Los coches nos esperan al final de la garganta, que da paso a un puerto de montaña que asciende a las montañas del Atlas y se pierde hacia la población de Agoudal a lo largo de una trepidante. Nuestro camino va a ser, por esta vez, más calmado, y retornaremos sobre nuestros pasos hacia Tinghir para reanudar la ruta N10 en dirección suroeste, no sin antes hacer una parada para comer.


Tras atravesar la localidad de Boumalne, entramos en la zona de influencia del rio Dades, otro hilo de vida a lo largo del cual se enumeran diferentes poblaciones que comparten tradición y costumbres en esta zona del país. Un poco más al suroeste nos detenemos en la localidad de  Kalaat M´Gouna, donde las aguas del Dades se incorporan a las del rio Ouzarzate. Ante nosotros el valle conocido también como “de las Rosas”, y no hablamos de los balcanes búlgaros, pero si que es similar la producción de rosas. Desde aquí en Kalaat hasta Bou Tharar se extienden 30 kilometros de monocultivo de rosas a lo largo del curso del rio formando un valle de espléndido verdor, enclavado a los pies de un cañón de tintes ocres, ofreciendo un espectáculo de absoluta belleza, de nuevo, podemos comprobar por nosotros mismos, que se trata sin duda de otro de los parajes marroquíes que bien merecen su popular fama.



Retomamos la ruta, el sol comienza a acercarse al horizonte, no llegaremos para verlo hundirse en las aguas de la presa de El Mansour Eddahbi, pero el palmeral que se extiende desde las inmediaciones de Skoura hasta Ouazarzate bien merece una parada por llevarnos en nuestras cámaras la clásica palmera a contraluz del fulgor del mágico atardecer.


Reanudamos por ultima vez durante esta jornada nuestra ruta, ya solo quedaba el ultimo tirón hasta regresar nuevamente a la civilización, Ouazarzate, que nos dió la bienvenida envuelto en una cerrada y fria noche tras los casi 370km de la jornada. Los ánimos se habían venido un poco abajo al pensar que lo que quedaba de viaje era ya de regreso, y que atrás quedaron los memorables momentos vividos en el desierto. Sin embargo el grupo se mantenía alegre y entusiasmado ya que el viaje estaba cumpliendo las expectativas y todos nos sentiamos afortunados de estar viviendo esta aventura.


Un moderno hotel, funcional y practico, con buenos servicios, calefacción, agua caliente, comodidad, contrastaba con el encanto y la autenticidad de otros hoteles menos funcionales. Al tomar las habitaciones, algunos componentes del grupo decidieron dar un paseo al centro de la ciudad que quedaba muy cerca del hotel. Otros, aprovechamos el impas hasta la cena, descansando, colocando enseres en el equipaje, ordenando fotos y videos o atendiendo llamadas y mensajes en el movil a través de la tan buscada red wi-fi.


Una estupenda cena de buffet dio punto y final con un reparto de aguas y un pequeño repaso de lo que haríamos mañana, básicamente, madrugar para llegar a Marrakech antes del atardecer.

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